sábado, 12 de noviembre de 2011

Encuentro Urban Sketchers en Dársena F


Sábado 29 de octubre. Novena salida de los croquiseros urbanos de Buenos Aires, en la dársena F, de Puerto Nuevo.  Este encuentro no pudo ser registrado en su totalidad debido a la prohibición del personal de Prefectura Naval a que continuara tomando fotografías en el lugar, advirtiéndome que me sería secuestrada la cámara. Por este motivo, lamentablemente muchos de los asistentes a la jornada no aparecen en las imágenes.
En esta oportunidad, dejo a continuación el relato del encuentro en las palabras de una croquisera (aunque no lo tenga asumido) que ha realizado una hermosa crónica de lo acontecido ese día. Muchas gracias, Mónica Lacoste,  por permitirme incorporarlo a este post.


SALIDA CROQUISERA 29 de octubre del 2011 PUERTO NUEVO BUENOS AIRES
“No puedo hablar sin un lápiz en la mano…”
“¿Quién tiene un papel?”
“Poner la primera mancha o línea manda, mal… pero luego hay que luchar para mejorar”
“Este lo hice de noche casi sin luz”
Y muchas frases más que les escucho decir a los Croquiseros.
Desde hace años escribo en diferentes papeles o libretitas. Algunas las pierdo entre papeles, cuadernos o papeles. En fin…traspapelo. A veces escribo sin anteojos y luego no puedo entender mi propia letra. También porque me parece que manda la emoción y dudo del interés de mis palabras.
Estas a modo de disculpa primera. ¡Me lanzo!
La habilidad de un Croquiseros es como la de un equilibrista de circo.
Se siente un estremecimiento al escucharlos pues se habla de la ciudad, del paisaje, del presente, del pasado, se entrelazan comentarios de la técnica misma de cada uno. Casi todos utilizan las mismas herramientas pero la combinación es tan personal. La elección es tan personal. Las plumas, los pinceles, tinta china, plasticola de colores, sanguina, acuarela, marcadores, marcadores aguados similares a pinceles, pinceles similares a lápices, trapos, papel arrugado, la yema del dedo, lapiceras.
Me resbalo en un tobogán escuchándolos.
Algunos siguen dibujando con el recuerdo del lugar. Otros sólo lo hacen en el lugar y lo que están mirando. Otros dibujan como si estuvieran colgados de un árbol o ven más allá de lo que se ve.
Me gusta salir con mi compañero cuando dibuja. Donde sea, con frío, lluvia o sol. Desde hace ya tiempo me gusta acompañar a los Croquiseros. En silencio o reflexionar con ellos. Voy aprendiendo y olvidando algunos nombres. Pero no sus rostros y actitudes.
Con Sylvia Vesco, mi amiga, hablamos en broma de los “croqueteros” y la broma tiene su sentido pues estos hombres y mujeres también le dan a la croqueta. A su modo filosofan…
Están allí, no mienten. En lugares más abiertos o más cerrados. Frente al agua del Río de la Plata o en el centro de la ciudad.
Acaba de pasar por nuestras cabezas un enorme avión, cerca, casi nos toca. Un gorrión mira inquieto desde la proa de una barcaza oxidada que seguramente tuvo su época de gloria. Sogas de metal trenzado, aros de hierro fundido, pasto, flores silvestres, basura en las escalinatas que miran el agua. Mucho viento.
Una muralla de contenedores apilados, evergreen blancos, mol, login, hanjin azules,más lejos azules y rojos. Dos elegantes, altivas y hermosas grúas amarillas se alzan inmóviles mirando nubes pasar…
El edificio de la usina con sus dos torres, sus ventanales me recuerdan al que se levanta en el puerto de Montevideo. ¿Serán de la misma época?
Chimeneas a franjas blancas y rojas. Los silos de las areneras, alguna ha dejado de funcionar. Una pequeña lengua de arena amarilla y fina. Recuerdo un cartel: “se vende arena oriental”. Otra vez Montevideo. El ruido de los camiones que vienen con la carrocería vacía a cargar o simplemente a esperar para cargar. Barcos oxidados, semihundidos. “Turbio fondeadero donde van a recalar, barcos que en el muelle para siempre han de quedar, niebla del riachuelo…” Pero hoy no. Hay sol y viento, mucho viento y los Croquiseros se desparraman, algunos se alejan lentamente, como sin rumbo, pero no.
Marcelo saca fotos. Blow-up. El mundo a través de su objetivo. Un saludo de alguno que llega más tarde, suavemente y comienza a buscar. Yo me pregunto qué hace que la mirada se detenga unos instantes mas … entonces el Croquiseros se sienta, de las mas distintas maneras y en los mas extravagantes lugares. Comienza el ritual. Su ritual y el de todos a la vez.
Lo mío es sólo dejarme llevar por la corriente. Sentarme o estar de pie, pasar por detrás y mirar lo que dibujan o simplemente dejarme estar entre ellos, disfrutando, mirando, respirando, eligiendo mis detalles que entran, pasan y salen.
Esto es la humanización del espacio público. Menos rimbombante que en las declaraciones de los urbanistas. A lo lejos, golpeteo metálico y dos lucecitas encendidas en pleno día. Juncales, una bandera argentina que flamea locamente en lo alto de un silo. El agua que se encrespa, un poste una soga que se balancea con pereza. Y ahora nos vamos a otro escenario, más allá, bajo un árbol. Hola Negro saluda Borghini. El vecino- Croquiseros en la misma escalinata. Vuelvo a pensar en sacar las sillas a la puerta de la casa en los barrios y saludarse entre vecinos como los Croquiseros.
Frangella admira los materiales de las escalinatas, descubre un suelo de cerámica verde azulado donde sueña un boliche con laburantes que se tomaban una copa.
Un lanchón casi hundido con la proa cubierta de plantas. Minond acostó su banquito a su lado y dibuja sentado en la escalera con los pies casi en el agua, pero ya se levanta. Algunos Croquiseros son nómades otros se quedan en un solo lugar. Otro misterio.
Pasa otro avión cerca, cerquita. Dos niños están pescando. Uno tiene la camiseta de Argentina. Un ceibo en flor con las raíces en el agua
A nuestras espaldas unas cuantas casitas de material y madera con jardines. En el frente de una escrito con tiza un pizarrón: “Hoy ravioles con estofado”
Segunda sentada frente a una grúa destartalada y a sus pies un cartel nuevito: ”Cruceros, terminal anexa” con una flecha indicando ir a la izquierda. A la izquierda en una pared al lado de una vía de tren inactiva otro cartel: “marítimos voten lista verde”
Ahora cruzamos la vía dejando una casilla de chapa oxidada que se sostiene elegante. A un costado dos perros duermen la siesta al sol. Vamos hacia otra perspectiva del mismo río. Otro cartel: “reduzca la velocidad”. Eso. Eso es lo que hacen los Croquiseros. Reducen la velocidad, se detienen. Pasa un pájaro y aquí el ruido es lejano, un murmullo, un zumbido de ruido.
Al llegar, habíamos hablado con varios marinos de prefectura que estaban agrupados mirándonos con curiosidad y desconcierto. Aceptaron que los autos estacionen en lugar prohibido. Ahora le dicen a Marcelo que si continua con las fotos le quitarán la cámara. Es su territorio, su dominio. Sombras de otras épocas. Mejor no “peliar”. El no saca más fotos pero recuerda cuando venía a la “facu” en el colectivo 33, veía el color del amanecer detrás del edificio que ahora no puede fotografiar. Ya tiene la foto.
En este lugar parece que el tiempo se detiene o se ha detenido.
¿Son los Croquiseros que lo detienen? Sí son ellos, estos serenos equilibristas. Otro camión rojo sin carga atraviesa el viento. Sombras, sol, nubes. Tregua.
Los barcos que pescan calamares, me explica otro marino que son los barcos “poteros” están alineados junto al muelle. Millenium, Puerto Deseado, Patagonia Blues.
Vamos con Marcelo hasta el edificio de la usina y las casas de los gerentes ingleses. Maravillosas construcciones de 1920. En frente una vieja cervecería es ahora la escuela de buceo.
Ahora hay que volver. Nos cruzamos con los que aun no han visto los edificios del esplendor pasado. Algunos lo dejan para otro día. Nos vamos a un bar de Costa Salguero. Se arman dos largas mesas. Pedimos café, agua y algunos comen. Recuerdo el picnic en la Costanera Sur y en el Barrio los Andes. Los cuadernos, libretas, blocks, aletean, circulan y se vuelve a hablar de técnicas, puntos de partidas, temores al comenzar. Algunos Croquiseros están desconformes con sus dibujos. Pero sólo oigo palabras de aliento, de placer, cariñosas de los compañeros.
Hay invitaciones a exponer y vender croquis para ayudar a Arte sin Techo y pintar tachos para el reciclaje en el Barrio de Colegiales y un asado en la quinta de Augusto y Victoria. Yo sueño con desembarcar algún día con los Croquiseros en mi Montevideo. Les va a gustar.
Imposible bajarse de este tren.
Mónica Lacoste, una notera que no es croquisera













































































































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